GIL GÓMEZ BAJUELO
El día que Curro Romero pidió el sobrero


Los admiradores de Curro Romero, que suman legión, salieron ayer satisfechísimos por la actuación de su torero. En verdad que vimos el triunfo del sevillano en un momento muy oportuno, cuando ya algunos, ¡hombres de poca fe!, comenzaban a desertar y a dudar. Pero ayer, Curro volvió por sus fueros. Llevaba en Sevilla varias actuaciones grises. Ayer las borró con su ruidoso triunfo. Su momento de mayor brillantez lo consiguió con un sobrero que ofreció de regalo al público sevillano. Y ¡qué regalo! El mejor fue el de su exquisito arte. A ese sobrero le cortó las dos orejas. Y en brazos de sus admiradores salió de la plaza por la puerta grande, que mira ala torre trianera de Santa Ana.

Pero veamos. Su primero, muy bien de defensas, puso a prueba los buenos deseos que animaban a Curro Romero. Lo saludó con cuatro lances magníficos, estirándose en la reunión, con su peculiar estilo. En el quite, Curro volvió a torear magistralmente. Las palmas echaban humo. El andaluz puso un gran par. Y Curro Romero brindó la faena a la plaza. En los primeros pases sonó la música. El espada se estiraba, curvándose en los redondos y prodigando los desplantes. Se cambió de izquierda, y el toro se iba quedando. Curro ofreció unos molinetes. Y de nuevo otra tanda de redondos, muestra del buen torear. Un pinchazo y media estocada coronaron la faena. Curro Romero dio la vuelta al ruedo. Y hubo palmas para el toro en el arrastre.

El sexto se colaba. Estuvo a punto de alcanzar a Curro, pero Manolo González estuvo oportuno al quite. El bicho estaba peligroso por el lado derecho. Curro trasteó con brevedad y mató de una estocada, siendo aplaudido.

Después ocurrió que cuando la gente abandonaba la plaza, Curro pidió la lidia de un sobrero, que ofreció a los aficionados sevillanos, lo que le fue concedido. Las gentes, que ya estaban en la calle volvieron a la plaza.

Salió un picador improvisado, que picó estupendamente, ganándose grandes ovaciones.
El toro, que pesaba quinientos kilos, fue saludado por Curro Romero con unas verónicas estupendas. cada lance levantó un clamor de admiración. Curro brindó a la plaza, realizando una excelente faena. Tres pases altos y una ayudado, bellísimo, iniciaron la gran faena, que fue amenizada por la música. Después vino una tanda de redondos, magníficos, y coronó su gran actuación arrodillándose ante el toro. Los oles y las ovaciones se sucedieron. Curro se perfiló y finalizó la estupenda faena con un estoconazo. La plaza se cubrió de pañuelos. El presidente concedió la oreja. Las gentes querín más, con razón. El presidente, al parecer, se resistía. Al fin, cedió, y Curro cortó las dos orejas. Después, la salida apoteósica por la puerta grande. ¡Buen desquite a la espera de sus incondicionales! El triunfo de Romero se comentaba en todas partes. Y con razón...



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