ANTONIO BURGOS
Curro, eximente




Nos creíamos que estaban locos aquellos españoles de Lagartijo y de Frascuelo que empeñaban el colchón para poder ir a ver a su torero. Empeñar un colchón no tenía el menor mérito. Lo que tiene mérito de verdad es lo de ese currista de Camas que, por defender a su paisano el Faraón ante un cliente que lo había insultado en la empresa donde trabajaba, perdió el empleo, que ahora le ha restituido nada menos que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que ha sentado la eximente del currismo. Para que luego digan que Curro Romero es un fenómeno estrictamente sevillano. Tal afirman quienes desconocen el marcador de puertas grandes de Romero, que arroja este resultado: Las Ventas, 7; La Maestranza, 5. El TSJA no está ni en Madrid ni en Sevilla, sino en Granada. Ahora, que con unos magistrados más curristas todavía que quien está en el paro por defender a su Curro. Ni don Tomás León, el presidente currista que le hacía poemas a su torero, ni Díaz Cañabate, que le dedicó sus más hermosas crónicas, escribieron nunca una definición como la de esta sentencia: "El sentimiento currista es indudable y notoriamente altruista en favor del diestro, arraigado y profundo como el que más, creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida".

Su mismo nombre lo indica: eso es una sentencia. Pero una sentencia de buenos aficionados. Romero, como bien dice la sentencia, es una ilusión. Una ilusión óptica, la fugacidad de lo perfecto, una esperanza que tiene dentro de sí sus propios anticuerpos. Cuando surgía la cara y la cruz de esta moneda andaluza que tampoco se volverá a repetir, Antonio Márquez le decía a Curro:

-- Tú tienes un hermano igual que tú, el bueno, y hay otro que es el malo...

Romero hasta ha dado una nueva frontera entre los enfrentamientos taurinos. Los partidarios de Gallito se enfrentaban a los de Belmonte. Los de Lagartijo, con los de Frascuelo. Los de Manolete, con los de Arruza. Los partidarios del Curro del arte nos enfrentamos con los detractores del otro Curro, del hermano malo que decía Antonio Márquez. Romero no tiene más rival que él mismo. Y sus partidarios no tenemos frente a más oponentes que a los anti. Los anticarros de los anticurros, con el fuego graneado de sus guasitas, que no pudo aguantar el empleado de Camas, porque el cliente siempre tiene la razón... salvo que le toque a uno a su Curro de su alma.

A Juan le hizo un libro inolvidable Chaves Nogales. A José, poemas de antología Gerardo Diego. A Ordóñez, una novela Hemingway. A Curro le han hecho lo que hasta ahora a ningún torero: una jurisprudencia. Curro estaba en la Historia del Toreo y a partir de ahora, en la Historia del Derecho Español. Del Cossío, al Aranzadi. Cuando en la feria de Valencia estrene la guayabera que le han traído de Miami, seguro que Gonzalito su mozo de espadas me dirá:

-- Don Antonio, el maestro está enorme... ¿Usted ha visto la cantidad de cosas que era, no? Bueno, pues resulta que ahora también es... ¡hasta una eximente!  

Antonio Burgos
El Recuadro
Diario El Mundo
15/02/99


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