ANTONIO BURGOS
Curro se va a la mili


Venía delgado como un junco de la ribera del río, de entre San Jerónimo y La Algaba. Venía sonriente como un chiquillo el 6 de enero a eso de las diez de la mañana. Venía recién duchado, pero notándosele mucho la ducha, algo así como cuando los furbolistas cogen el autobús después de un partido. Venía con unos pantaloncillos vaqueros y con un niqui blanco, como un chavalote que ha quedado con unos amigos para ir al Catedral. Era don Francisco Romero López, Curro Romero en la mitología andaluza, que entraba en el bar de Antoñito el Tenorio para cenar con unos amigos y para oír unas cositas del Picoco y de su mecánico, después de haber matado dos toros en la feria de San Miguel y de haber desplegado el breve capote que abre los inmensos territorios del ensueño.

Con ese arqueo de cejas único que pone don Francisco Romero para marcar con acento circunflejo lo que le sale del alma, se acercó a nosotros. De las mil caras de ese desconocido coral antiguo facetado que es don Francisco Romero como persona, lo que más me sorprende es que sea un símbolo en esta tierra de la ojaneta de la Barqueta, de la Caleta y de la Malagueta. En Curro nada es de ojana. Su toreo es la negación de la ojana. Curro, cuando le hace el ventilador a cada uno de los dos pitones del toro que no sirve y le echa como nadie sabe echarlo el freno de mano, está negándose a hacer el toreo de ojaneta al uso.

Don Francisco, con su gesto de candidez que tantos desconocen, oía como si no fueran con él los elogios que le dedicaban. No habré de decir, por sabido, como está de enorme don Francisco esta temporada, quizá tendría que buscar un verso de Pablo Neruda para sintetizarlo. Curro está Romero puro. Y poniendo esa carita de niño malo que le sale cuando parece que va a decir una travesura y saca una sentencia, dio una breve lección sobre la espera y la esperanza,:

---Gracias a que me seguís esperando cada tarde pueden ocurrir estas cosas...

--- Pero no hay derecho --tercié-- a que nos tengas ahora así a los partidarios. Mira, para venir a verte hasta nos habíamos hecho una teoría de la resignación sobre el paso del tiempo, que tú eras el espejo de Dorian Grey gracias al cual no pasaban por nosotros domingos de Resurrección... Y de pronto, hijo, nos ha hecho a todos cambiarnos el chip, como se dice ahora. Un lío. Ahora tenemos que venir dispuestos a verte en plenitud cada tarde, y eso necesita un ejercicio, y tenga usted en cuenta que no todos estamos en tan buena forma como está usted.

Don Francisco, con su niqui blanco y sus pantaloncitos vaqueros, como un junco, con sus ojitos claros más muchachos que nunca, más brillantes sobre ese voladizo escultórico de sus arcos cigomáticos, sonreía cuando le decían que estaba hecho un chaval. Tanto, que le dije:

----No, ahora va a haber un problema...

--- ¿Cuál? --me dijo, y la alegre candidez se le volvió gesto de atención levemente preocupada.

--- No, que con lo inmenso que está usted, es una pena pensar que ahora se vaya usted a tener que quitar un año del toro para ir a hacer la mili... Pero no te preocupes, eso llamamos al general Mira y seguro que te arregla algo de voluntario en Tablada...



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