ANTONIO BURGOS
Fábula de Curro y González


Como Curro no tiene un Aznar que le diga «¡Váyase, señor Romero!», pues ahí está el tío. Con 63 años, delgado como un junco gordo, sigue con la inauguración de resurrecciones de la temporada y cortando orejas a toros de 609 kilos. Ya ha pasado a la «Historia del Toreo». Y como seguirá así, le falta un congreso para entrar en la «Historia de la Gerontología». Otros, a la edad de Curro, están cobrando la jubilación y votando a González. Curro, del hogar del pensionista donde su carné de identidad dice que debería estar, sólo tiene la parte de su afición por el dominó. Lo del domingo en Sevilla era prácticamente el túnel del tiempo. Curro, que le mojó alguna que otra tarde la oreja a Antonio Ordóñez, se la mojaba ahora al nieto de Antonio Ordóñez. Meterle la prueba del nueve de la cronología del Cossío a los carteles de Curro en estas últimas temporadas es adentrarse en el túnel del tiempo. Es un torero de la época de los abuelos y los padres de las nuevas promociones. Torea Curro con Litri, con Aparicio, con Camino, y vemos repetirse carteles de hace treinta años, cuando Curro ya era figura del toreo alternando con sus padres. Curro ya tenía hasta leyenda cuando Finito, Jesulín o Ponce ni habían nacido. A veces pienso que Curro es como su propia tierra, cuando leo en algún historiador esa apreciación que dice que cuando Londres era una aldea, París un villorrio y Roma un poblachón, Andalucía ya escribía sus leyes en verso.

Se pongan como se pongan sus detractores, es una leyenda,un mito. Y para mí que hasta un desafío del tiempo. Curro es el retrato de Dorian Grey para luchar contra el tiempo. Verán. Llega el domingo de Resurrección, todos tenemos una temporada más encima, nadie goza del perdón del tiempo. Pero se abre la puerta de cuadrillas, está allí Curro, y se opera el milagro. Dicen que Curro para los relojes toreando. No. Los para nada más que haciendo el paseíllo. Lo vemos allí, estrenando terno como un debutante con caballos, en el portalón de cuadrillas, tan delgado como después de cada estancia en la «Buchinger» de Marbella, con el pelo tan negro como cada vez que en vísperas de temporada se le va la mano con el bote de agua «La Carmela». Y nos creemos que no ha pasado el tiempo. Nos creemos que somos tan jóvenes como cuando Romero empezaba. Que no es 1996, sino 1980 por lo menos, total, si el paseíllo lo está haciendo Curro con uno de Barbate que se llama Rivera... Y se abre luego el breve capotillo de las vueltas recogidas y comprobamos que no ha pasado el tiempo. Allí ya nadie tiene edad. Ese prodigio lo borda en el ruedo un muchacho que trabajaba de mancebo en una botica de Camas hasta ayer por la mañana que debutó, y nosotros, viéndolo, seguimos todos teniendo dieciocho años. No es un dios sin edad quien está toreando, es un monumento de juventud perenne el que está desafiando al tiempo, y nosotros venciéndolo con él. (Chispa más o menos como les pasa a los jubilados con un paisano de Curro, un tal González. Votan a González año tras año y se creen que el tiempo no ha pasado, que todos son tan jóvenes como cuando le daban la primera mayoría a aquel muchacho que era mancebo de un despacho laboralista...)


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