Domingo, 17 de octubre de 1999

Cronica publicada en La Razón.

Antoñete, que corta dos orejas, y Curro Romero, con una, reviven con generosidad el toreo

Efe - Jaén .-
No necesariamente cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en el toreo se agradece cuando aparecen formas y tipos que ya habían pasado a la Historia. Así, fue ayer una delicia ver torear a Curro, y no se diga a Antoñete, a pesar de que cada uno se reservó en uno de sus respectivos toros. El madrileño no estuvo a gusto en el que abrió plaza, con algún que otro paso atrás, y desde luego muy breve. En el quinto, por contra, dictó una lección magistral. Conocimiento exacto de terrenos y distancias y magnífica aportación del temple. La figura muy asentada y las «muñecas rotas», un toreo de maravilla.
La plaza se venia abajo de oles, de gritos a coro de «torero-torero», mientras se sucedían derechazos y naturales salpicados con los cambios por detrás, trincherillas y de pecho.
Mientras, Curro se explayó en el toreo a la verónica, de genial interpretación. Lances majestuosos por la cadencia en el movimiento, meciéndose el torero al acompasar con la cintura. Una espléndida sucesión de monumentos al toreo de capa. Por si faltaba, Curro se empleó también con la muleta en su primer toro, aunque no con tanta continuidad, pero con mucha hondura y sabor en pasajes sueltos. Faena de detalles, de muy buenos detalles, con sobresaliente en los remates de trinchera. Le pidieron con fuerza la segunda oreja, que el presidente no quiso conceder. En el otro no estuvo el camero por la labor; se tomó sus precauciones.
El rejoneador Alvaro Montes no desentonó en tarde de tanto brillo. Algo desigual al clavar en su primero, y más entonado en el último, buscando al toro de frente para procurar reunir al estribo.

Un torero con dominio...

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